domingo, 22 de abril de 2007

(De unos buenos días...

...escondidos en el fondo del baúl)


Prrrrrriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinnnnnnnnnnngggggggggggggg!

Desde la inconsciencia casi absoluta, largo un izquierdazo al despertador. Bostezo. Desenredo las pestañas que trencé anoche con capsulitas vestidas de atleti. Estiro los dedos de los pies, uno a uno. Me estiro toda yo, de lado a lado de la cama (no hay peligro de que me caiga) y toco la piel de papel de mi amante nocturno: la hilera de libros que, prolijamente alineada a mi diestra, duermen conmigo el sueño del narcótico. Saco por fin los pies de la cama, para plantarlos, descalzos, sobre las baldosas. Pasillo. Comedor. Cocina. Café. Comedor. Pasillo. Baño. De momento no necesito luz, puedo apañarme a tientas. Abro el grifo de la ducha y dejo que el agua caliente me empape de la cabeza a los pies. Canturreo: Champú de huevo, champú de huevo..., con toda la cabeza llena de espuma, de repente me salta el chip, y Sabina me sube a la garganta: Lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí... y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres... porque el amor cuando no muere, mata... porque amores que matan nunca mueren... Malditos cobardes, cobardes malditos. Me aclaro bien el jabón, maldito jabón que me está haciendo llorar ya, tan temprano. Dos hipidos y medio, las lágrimas se confunden con el agua de la ducha. Cierro el grifo. Ahora sí. Ahora toca encender la luz. ¡Vaya careto, hermana! le digo a la tipa del espejo. Me envuelvo en el albornoz. A ver como arreglo ahora esta maraña de rizos empapados, esto no tiene remedio. Después de pelearme con la espuma, el secador, la crema hidratante, los cosméticos -salud de bote- y enfundarme debajo de diversas prendas, parece que estoy ya lista para enfrentarme al mundo exterior. Un último vistazo al espejo dice que, por lo menos, voy aseada, correcta y presentable. Un momento: las gafas, a ver si voy a dejármelas otra vez en casa... Preparados. Listos. Ya: Pasillo. Comedor. Recibidor. Cuidado con el ruido de la puerta. Descansillo... ¿Ascensor? ¡Ni hablar!. Bajar tres pisos no merece un viaje en ascensor. Trote corto. ¿Autobús?. No. La noche está limpia y me apetece ir viendo clarear el día mientras camino. Taptaptaptap... los tacones resuenan sobre las baldosas de la acera. Hojas muertas, baldosines de carrés cuadrados como chocolatinas, alternados con baldosines de relieves a topos, como batas de lunares. Taptaptaptap... en el silencio de las siete menos cuarto los tacones parecen campanadas, campanades a mort... ¡vaya, me ha dado un repente fúnebre! cerrojazo a los pensamientos necios. Hacia el este un hilo rojo sobre el horizonte anuncia el sol, que sube. Taptaptaptap... restos de paquetes de cigarrillos, hileras de contenedores de basura, baches, desgarrones en el suelo, tres baldosas levantadas, asfalto y mugre. La marquesina del autobús me explica que alguien compra muy barato en el aniversario de nosequecentrocomercial. Taptaptaptap. El autobús me rebasa por la izquierda, con su carga humana. No importa, realmente, hoy no me sentía con ganas de ejercer de borrego. Taptaptaptap. Una escuadrilla de basureros pasa, con sus carritos, armados con escobones, también por mi flanco izquierdo. Alcanzo la verja azul de mi prisión. Taptaptaptap... este reloj ya no hace ¡clonc!. Hoy todo lleva código de barras. Yo también llevo código de barras, como los paquetes de arroz del super. El relojito fluorescente dice que son las siete y doce minutos. El personal del almacén bosteza unos buenos días, medio adormilados todavía. Escalera de caracol arriba, enciendo las luces, cambio la fecha en el calendario, le doy al botoncito del PC... buenos días, todos los sistemas han caído. Hoy no me puedo levantaaaaarrr... tengo la cabeza para reventaaaaar... to da la no che sin dor miiiiiiiir... el chino de dentro de la cajita se ha caído. Escalera de caracol abajo. Taptaptaptap. Desde el almacén, Antonio levanta la cabeza y mira hacia las escaleras. Hoy te jodes, mamón, que llevo pantalones... taptaptaptap.... escaleras arriba otra vez, hasta la cantina. Jose me mira: temprano apareces, linda. Y me planta delante el café, solo, sin azúcar, amargoamargo... aaaaaaaaaaaaaaahhhh, ¡esto es vida!

Buenos días. Si hoy es viernes, esto es Torrejón, ciudad sin ley. 21 de Noviembre. Y yo sigo tan loca como siempre.

¿Y el desayuno? ¿Hoy no toca?


Crunch... m'acabo de saltar un diente de leche.

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