sábado, 21 de abril de 2007

TREINTA AÑOS DESPUÉS




Está tomada en Octubre del 74. He olvidado el nombre del lugar exacto, pero era una pequeña masía, allá por el Montseny.

Ese pequeño grupo de adolescentes -no estaban todos, una docena más andaba escampada por el monte- eran mis compañeros de correrías. Se trataba de la primera excursión que hacía, pasando noche fuera de casa.

Dormimos en el edificio de piedra que se ve a nuestra espalda, en el piso de arriba, donde guardaban paja y heno. En la bajera estaba el corral, con algunas vacas, un par de cabras y gallinas.

Fue el año que comencé a estudiar en La Salle. De hecho, el hombre joven que aparece a la izquierda, sosteniendo una guitarra, era un hermano de esa congregación: Jose María. Un tío muy, muy divertido, que acabó colgando los hábitos. El gigantón que está agachado frente a él, con perilla, era nuestro Miguelón. En esa foto tenía más o menos veinticuatro años. Se suponía que ellos dos eran los responsables de la tropa.

Y la tropa... bueno, la tropa tenía de todo. Junto a Miguelón, con la mano sobre su hombro, está nuestro rebelde, el que se llevaba a las chicas de calle. Se llamaba -espero que se siga llamando- Manolo, y llegó, ahí donde lo ven, a director del Banco de Bilbao. Junto a él, otro Miguel, aunque este era más bien Miguelillo. Rubio, de melena larga y miope hasta aburrir, era mi noviete por aquel entonces. ¿Se acuerdan ustedes del primer beso, y mis besos de regaliz...? Pues Miguelillo era el del regaliz. Como en esos tiempos los amores no duran mucho, un par de años después se enredó con una rubita encantadora, y tuvieron un par de mellizas, no tengo idea de lo que ha sido de su vida. Junto a Miguelillo, anda Lluis, nuestro adorable bribón, un payaso de cuidao, que estaba enrollado con Pepa, mi mejor amiga, que es la muchacha con la blusa de flores que aparece de pie, tras él. Junto a Lluis, está Fernando, el tío más noblote del Universo y parte del extranjero, un grandullón adorable, el más niño -por edad- de toda la panda, y detrás de Fernando están las tres Cármenes, dos morenas y una rubia, divertidas como ellas solas y que funcionaban muy a su aire... Junto a las Cármenes, con gorra, Josechu. Josechu era el vasco del grupo, vivía en una callejuela chiquitica, que existe junto a la Generalitat, justo al lado del Centro Excursionista de Cataluña, el pasaje Paradís. Creo que acabó volviendo a su tierra, pero perdimos totalmente el contacto. Al lado de Josechu están Jordi y Carles. Jordi es el moreno de pelo liso, y Carles el rubio con rizos. Eran los dos cerebros del clan, y andaban, como la mayor parte de los demás, haciendo sus pinitos como botones de banco. Prosperaron también, aunque no sé hasta que punto. Detrás del rubísimo Carles, con jersey a rayas, está Jose María. A Jose María le debo yo una fractura de cúbito y radio en mi brazo izquierdo que me tuvo cuarenta días fuera de juego, y eso que cuando me lo pisó se había quitado las botas de montaña. Era un buenazo, pero un buenazo absolutamente distraído, capaz de arrasar con cualquier cosa que se le pusiera por delante. Frente a Jose María, con la cabeza agachada de tal modo que no se le ve la cara, está Gabriel. Gabriel vivía en la Casa Cuartel de la Guardia Civil que había en mi barrio, hasta que la quitaron y les mandaron a vivir a la quinta puñeta. Vivía allí porque era hijo de guardia civil, claro está. Cuando se me pasó la ventolera por los besos de regaliz de Miguelito, me enamoré de Gaby, pero... como casi siempre llegué en mal momento. Gaby estaba ya colao por una morenaza que quitaba el hipo, y ni siquiera me veía. Poco tiempo después, como es habitual, acabó él también en la Benemérita. Todavía hoy sigo poniendo atención cuando leo ciertos nombres, y se me encoge el alma si pienso que me puedo encontrar el suyo. Frente a Gabriel está Jose María, con sus sempiternas gafas. Jose María tenía la costumbre de hacer cosas raras, quiero decir, por ejemplo... se quedaba enganchada una polilla en el plato de huevos fritos que se estaba zampando y a Chemita no le daba ningún escrúpulo mojar el pan en la yema del huevo con polilla y tó... esas cosas eran su especialidad.

¿Y yo? Bueno. Yo soy esa especie de cosa metida en un jersey negro, con una masa de rizos ingobernables, que anda mirando como Miguelillo juguetea con la cinta del "canguro".

Eran mi gente; en aquel tiempo no era capaz de imaginarme la vida sin ellos y, sin embargo, los he perdido a todos. Ya no sé donde están ni qué habrá sido de sus vidas. Quiero imaginarlos felices, satisfechos. Pensar que la vida los ha tratado bien. No sería mucho pedir ¿verdad?


El original se escribió y depositó en El Café del Foro, el sábado 22 de Julio de 2006.

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