sábado, 21 de abril de 2007

EL TERROR DE LAS NENAS.



No recuerdo su nombre. Tampoco recuerdo bien su rostro. En mi memoria, aquel hombre era una silueta delgada, embutida en un traje, con una mata de pelo castaño claro o rubiasca y una sonrisa sardónica y desagradable.

Para mis pocos años lo consideraba mayor, pero intuyo que no lo era. Debía ser más joven de lo que soy yo ahora, mientras escribo. Tal vez andaría en la treintena corta... no mucho más.

Supongo, quiero suponer, que tenía motivos válidos para comportarse como lo hacía. Enseñar a un grupo de niñas, posiblemente chillonas, apenas prepúberes, no debía ser su objetivo en la vida. Supongo, quiero suponer, que era la frustración la que hablaba siempre por su boca. Pero lo cierto es que, suponga lo que suponga, para todas nosotras representaba un auténtico martirio. Nada nos había preparado para soportar aquellas andanadas y, a la fobia frecuente por la asignatura, se venía a añadir el terror de encontrarse de pronto en la diana de su ácida lengua, inmisericorde.

Era nuestro profesor de Matemáticas.

No sé bien si alguna de mis compañeras consiguió rebasar con éxito aquel escollo en sus estudios. Desde luego, lo hicieron sin su ayuda. Mi recuerdo, opaco, no conserva ni una sola lección de aritmética, ni de teorías de conjuntos, ni nada que tuviera que ver con cifras o cálculos. Solo conservo, como si estuvieran metidos en formol, los recuerdos de los motes. Los motes con los que él nos obsequió a todas y cada una de nosotras, desde el primer día. Como los presos de una absurda penitenciaria, en su clase perdíamos no el nombre, sino incluso el apellido. El cuidado -o el descuido- con el que te vestías, tus rasgos físicos, tus costumbres, cualquier cosa podía pasar a convertirse en una piedra, una minúscula flecha envenenada.

Isabel, en aquel entonces la típica niña gorda, no particularmente agraciada, se veía siempre bajo chaparrones de motes ofensivos. El más obvio era, claro está, "la gorda", pero no se escapaba de que cualquier detalle de su indumentaria fuese ridiculizado, o que sus ojillos, chiquitos, fuesen convertidos en "pupilas cerdícolas". Pepa, morena y simpática, se veía acosada en la "tontina esa del ajedrez en la cabeza" haciendo alusión a su diadema con colores de damero, Nelia era la "monjita" porque vestía de oscuro y con primorosos cuellos blancos, Carmina era "calcetines mustios" y Rosa "nariz de buitre"... en cuanto a mí, mi piel clara no permitía disimular un suave bozo en el labio superior, y mis gafas eran algo socorrido: así pues, era siempre "la niña del bigote" o "cuatro ojos". Hubiera dado algo por estar enferma todos y cada uno de los días de clase.

No recuerdo haber protestado nunca fuera del círculo de condiscípulas. Guardábamos una extraña ley de silencio, cierta omertà, tal vez angustiadas -supongo- por si tomaba represalias. Sin caer en la cuenta, pobres estúpidas, de que no había peor represalia que sufrir a aquel energúmeno todo el curso sin haber conseguido aprender nada, salvo desarrollar una fobia irreprimible por cuanto tuviera que ver con la palabra matemáticas.

Un día desapareció. Fue sustituido, a título provisional, por una sucesión de profesores suplentes. Quiero pensar que alguien denunció aquella situación, aunque desde luego tengo muy claro que no fui yo, y razonablemente claro que tampoco fue ninguna de mis compañeras de curso. Tal vez alguna de las mayores, que ya apuntaban maneras más rebeldes y a las que no les hacía ninguna gracia que se quedase contemplando el vuelo de sus faldas... ¡chi lo sà!

Yo tuve que esperar cuatro años y un cambio de instituto para recuperarme de aquella sensación de abuso persistente. Cuatro años perdidos, toda la base, toda la pasión, todas las ganas. No estaba, de cualquier modo, demasiado dotada para los números, pero cuando descubrí que me habían impedido el paso hacia su magia, hacia esa hermosura intrínseca que tienen las cosas ordenadas, me entristecí. Siempre entristece perder algo bello.


El original se escribió y depositó en El Café del Foro, el lunes, 4 de Septiembre de 2006

No hay comentarios: