lunes, 16 de abril de 2007

WHISKY

Julio, 2005

Tiene el pelo largo, color de whisky añejo. En sus ojos pardos se lee tranquilidad, inteligencia, una chispa de picardía y amor sin reservas. Camina con aire pausado, sin apresurarse, disfrutando de cada uno de los pasos, atento a todas las señales, a todas las sensaciones que le rodean. Le molestan los gamberros con las motos, los ruidos desconsiderados o a deshora, detesta a los que van por el mundo agrediendo a los demás, adora que las jovencitas le hagan mimos y carantoñas, pasa olímpicamente de los adolescentes. Algunas veces protesta, con un quejido bajo, de los achaques que la edad, impertinente, le ha ido alojando bajo la piel.

Somos cómplices. Jamás me falta su beso de bienvenida, ni su "hasta luego, cuídate", sin alharacas, cuando me marcho. Si me siento en el sofá, a leer, a escuchar música o, simplemente, a descansar, se acomoda a mi lado, recostado junto a mi cuerpo. Si estoy triste, no me falta una caricia, ni un oído atento para que desahogue mis penas. Si estoy furiosa se aparta, sin el más mínimo reproche, hasta que las aguas vuelven a su cauce. Si me siento feliz, es el primero en unirse a mis risas. Después de doce años juntos, no necesitamos hablar para comprendernos, basta y sobra una mirada.

Él es mi amigo, mi confidente, y sé que hoy por hoy, en este mundo no hay nadie que me ame de forma tan desinteresada y generosa como lo hace él.

Pero mi perro, mi Whisky, envejece y no está bien de salud. Sé que no está demasiado lejos el día que me falte. Ese día se me partirá el corazón. Seguro que habrá quien piense que es una cursilada, una exageración o, peor todavía, una aberración. Pero también es seguro que los que piensen así, no tienen perro. Y no saben lo que se pierden.


Julio, 2006

Algunas veces una se cortaría las manos o los pies con tal de no hacer algo que, irremediablemente, le toca hacer. Pero no deja de ser ofrecimiento de boquilla... al final, somos capaces de casi todo, mal que nos pese.

Cuando llegué a casa esta madrugada se levantó a saludarme. Eran las seis de la mañana y le dolían todos los dolores, pero aún así, fue el primero en venir a mi encuentro. Me miró, y lloró suavemente, quedo, muy quedo, como lo hacía todo. Siempre fue muy silencioso, muy respetuoso con el descanso de los demás.

Mi madre me contó que llevaba varios días llorando continuamente y yo me marché, dispuesta a enfrentar el toro por los cuernos al regresar de la cita que tenía en el médico. Una tristeza más que apilar, tampoco suma tanto. Una ya tiene las espaldas hechas casi a todo.

Pero en esta ocasión mi madre me ha cogido la vez. Al regresar a casa, hace apenas veinte minutos, la he encontrado sentada en la cama... y no me ha hecho falta mucho más.

Mi pequeño león se ha dormido, le han dormido, para siempre. Y ya nadie vendrá a arroparme por las noches como lo hacía él, morro húmedo, caricia suave, preocupación sincera y sin palabras. No puedes comprar el cariño y la alegría de una criatura así, te los regala.

Wiky0

Mi perro no esta más. Ausencia, sobre ausencia, sobre ausencia, sobre todos los miles de ausencias. No puedo parar de llorar.

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